martes, 12 de noviembre de 2019

Estrenos desde el 14 de noviembre y Festival Peter Lilienthal

EL ÁRBOL DE PERAS SILVESTRE 

(Ahlat Agaci). Turquía/Macedonia/ Francia/Alemania/Bosnia y Herzegovina/Bulgaria/Suecia 2018. Dir: Nuri Bilge Ceylan. Guión: Nuri Bilge Ceylan, Akin Aksu, Ebru Ceylan. Fotografía: Gökhan Tiryaki. Producción: Memento Films Production/ Zeynofilm/Detailfilm/Film I Väst/RFF International/Sister and Brother Mitevski. Elenco: Dogu Demirkol, Murat Cemcir, Hazar Ergüçlü, Bennu Yildirimlar, Serkan Keskin, Tamer Levent, Öner Erkan, Ahmet Rifat Sungar, Akin Aksu, Kubilay Tunçer, Ercüment Balakoglu, Kadir Çermik, Özay Fecht, Sencar Sagdic, Asena Keskinci. 188 min. 

Alguien ha dicho ya que el plano de esta película parece el resultado de un diálogo entre el español Víctor Erice y el iraní Abbas Kiarostami, dos poetas del cine. El mar, reflejos, el tumulto interno y exterior; el oleaje, el graznido de las gaviotas, el grito existencial de un joven turco. La honda sensación de poesía visual se prolonga a lo largo del film en la parquedad del comentario musical: la passacaglia de Bach-Stokowski en do menor es el único fragmento de música utilizado por el director Ceylan, y, como en Bresson, la imagen se transforma y sublima.
La película narra la historia de un joven que regresa a casa después de graduarse, pero apenas llegado a su pueblo se topa con una realidad de la que había escapado: vive endeudado y entregado a las apuestas. Tampoco mantiene una relación ideal con su madre ni con su hermana menor. En un pueblo pequeño sin demasiadas oportunidades, el protagonista busca aprobar un examen para conseguir una plaza como maestro y evitar terminar como policía. Pero lo que le motiva más es conseguir publicar su primer libro y con el manuscrito listo, acude con las autoridades locales para buscar algún apoyo.
Desde el arranque, el título contiene una metáfora: el peral salvaje es un árbol que da frutos imperfectos, con sabor demasiado amargo, pero con los que se pueden preparar platos deliciosos. En la película, el peral es el padre, marginado por sus vecinos por deberle dinero a todo el pueblo y por embarcarse en una odisea quijotesca: cavar un pozo en un terreno sin acuíferos. El director Ceylan (Lejano, Nubes de mayo, Climas, Tres monos) se toma su tiempo, arma cada una de las escenas con largas conversaciones entre su personaje central y los miembros de su familia y los amigos del pueblo. Analiza la situación familiar, la relación personal del protagonista con sus parientes, con las autoridades religiosas del pueblo, con un escritor de éxito y hasta con una antigua novia. Dos imames discuten acerca de la posibilidad del cambio en el islam (un debate que podría plantearse de igual modo con el cristianismo) y, de pronto, la conversación deriva en un caudal que adquiere resonancias de Pascal y Dostoievski. ¿Preferiríamos vivir en un mundo en el que existe Dios o en uno en el que Dios no exista? Hasta en el más descreído, esa interrogante se prolonga tras el final de la película.






PÁJAROS DE VERANO

Colombia/Dinamarca/México;  2018. Dir: Ciro Guerra, Cristina Gallego. Guión: María Camila Arias, Jacques Toulemonde. Fotografía: David Gallego. Música: Leonardo Heiblum. Producción: Ciudad Lunar Producciones/Blond Indian Films/Pimienta Films/Snowglobe Films/Films Boutique/Ibermedia. Elenco: Carmiña Martínez, José Acosta, Natalia Reyes, Jhon Narváez, Greider Meza, José Vicente Cote, Juan Bautista Martínez. 125 min.

Los Wayúu son los hijos del viento y de la primavera. Son una nación con más de seiscientos mil integrantes y la primera fuerza indígena en Colombia. Su cosmogonía tiene fuerte relación con el territorio. Sus ideas del mundo les han permitido construir una identidad y una serie de principios, donde la mujer mantiene el linaje (un tipo de matriarcado) que cuenta con un papel de dominio. El Putchipü es el artífice y al tiempo la columna vertebral de la comunidad: traen y llevan la palabra, como el despliegue del viento y el mar. Esa base fundacional, de confiar en lo que se dice, les ha permitido sobrevivir luego de siglos como una cultura de diálogo.
Aunque la historia debe contar que también ha habido (y hay) muchas guerras entre ellos, sus familias y clanes. No obstante, se sostienen por creer en el “palabrero”, tanto que se considera un patrimonio de la humanidad y sus ejemplos de paz/paces han trascendido. Esas intimidades son las que registra como si fuera un documento etnográfico, esta película de Cristina Gallego y Ciro Guerra, cuya acción transcurre casi medio siglo atrás y donde la violencia se cruza con el tráfico de drogas. Y junto a la etnografía está el drama, una historia de familia donde se presume de potenciar el linaje y el honor. Hay un hombre que pretende que una niña-mujer sea su prometida, y de allí el énfasis de la película pasa a otro terreno: el cortejo entre ambos y las implicaciones de construir una familia.
Se trata también, como en otros films de Ciro Guerra (La sombra del caminante, 2004; Los viajes del viento, 2009; el más divulgado El abrazo de la serpiente, 2015) de un viaje y una experiencia audiovisual muy enriquecedores. Tras el considerable poderío narrativo, importa menos lo exótico de la historia que el ritmo sostenido y vibrante con que se la cuenta.
La película tiene el buen criterio de no idealizar las comunidades indígenas, pero la combinación de sus ceremonias y creencias con temas de índole macabra, deja en el aire algunas preguntas inquietantes, articulando sagazmente los principios de los Wayúu con su enfrentamiento a un fenómeno que no sólo los dañó a ellos, sino a todos los colombianos. Premio Ariel a mejor película iberoamericana, premio Platino a mejor dirección artística, premios Fénix a mejor película, música y actriz.



CICLOS
FESTIVAL PETER LILIENTHAL

Nacido en Berlín en 1929, el cineasta, director y guionista Peter Lilienthal proviene de una familia judío alemana. En 1938, un mes después de la Noche de los Cristales Rotos, llega a Montevideo a la edad de nueve años, con su madre, huyendo del régimen nazi. Su padre ya había fallecido. A fines de la década de 1940, después de terminar el secundario, Lilienthal comienza a estudiar Historia del Arte, Derecho y Musicología en la Universidad de la República. En el Cine Club Universitario, con películas de Vittorio de Sica y Jean Vigo, empieza su pasión por el cine. Junto a amigos, da los primeros pasos en el mundo cinematográfico, rodando, alrededor de 1950-53, varios cortometrajes de crítica social, especialmente sobre problemas de la población rural y la situación de las empleadas domésticas.
En 1954 Lilienthal regresa a Alemania; estudia en la Universidad de las Artes de Berlín (Hochschule der Künste Berlín) y en 1958 rueda su primer documental para la televisión. Después de producciones importantes para la televisión (Malatesta, en 1970, sobre la rebelión de un grupo de anarquistas, entre otras), es cofundador de la Editorial de Cine de los Autores (Filmverlag der Autoren) y una de las principales figuras del Nuevo Cine Alemán, junto con Alexander Kluge, Edgar Reitz, Rainer Werner Fassbinder, Hark Bohm y Wim Wenders, entre otros. Su carrera cinematográfica es una prolongación de su experiencia de vida, con filmes sobre lo latinoamericano, el autoritarismo, los exilios, su ascendencia cultural judía.
Este ciclo que se realiza en conjunto con la Casa Bertolt Brecht incluye siete de sus largometrajes. 

SIGUEN EN CARTEL:
Un día lluvioso en Nueva York de Woody Allen
Gundermann de Andreas Dresen
Un elefante sentado y quieto de Hu Bo
Leto de Kirill Serebrennikov
Santiago, Italia de Nanni Moretti
Chico: artista brasilero de Miguel Faria Jr.
25 watts de Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella (trasnoche)

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