martes, 31 de diciembre de 2019

Cinemateca empieza el año con cine checo



ESPLENDOR DEL CINE CHECO
2 al 9 de enero



El cine checo era ya uno de los mejores del mundo (acaso solamente el cine clásico norteamericano, el italiano y en menor medida el francés podrían competir con él legítimamente) antes de la eclosión de la famosa Primavera de Praga, y continuó siéndolo tras el intervalo de represión y silencio que siguió a la invasión del país por los tanques del Pacto de Varsovia en 1968. La producción de lo que todavía era una unidad llamada Checoslovaquia (la división entre República Checa y Eslovaquia es posterior al desplome del autodenominado “socialismo real”) conoció su primer conato de notoriedad internacional con la obra de Gustav Machaty. Sobre todo dos historias de adulterio audaces para su época, Erotikon (1927) y especialmente Éxtasis (1933); esta última lanzó a la fama a una actriz que todavía se llamaba Hedy Kiesler, pero que sería conocida luego como Hedy Lamarr. Hay otros nombres importantes en esa época, como los de Martin Frič y sobre todo Otakar Vávra, cuyo primer film es de 1937, aunque desarrolló lo más significativo de su obra luego de la Segunda Guerra Mundial. En 1947 se inauguró la Facultad de Cinematografía de la Academia de Artes y Música de Praga. Ese mismo año, Checoslovaquia obtuvo el León de Oro en Venecia con Sirena, de Karel Steklý, una historia de luchas obreras en Bohemia hacia 1900. Por entonces se hace un cine patriótico o propagandístico de decoroso nivel. Vávra rueda La barricada silenciosa (1947), una historia de resistencia antinazi, y una trilogía sobre el líder religioso Jan Hus. Importan también otros nombres como los de Jiří Weiss y Jiří Krejčík, y sobre todo los notables animadores Jiří Trnka y Karel Zeman.
La eclosión de un cine inconformista en los años sesenta obedece a varias razones. Una de ellas es la atmósfera de mayor independencia creativa de la que gozaron los cineastas a partir del XI Congreso del Partido Comunista en 1962, que hizo desaparecer la tutela del llamado Consejo Artístico-Ideológico, transfiriendo sus responsabilidades a los propios creadores. Por cierto, no todos los problemas desaparecieron, y algunos creadores sufrieron la censura antes de que los tanques soviéticos del ‘68 agravarán las cosas; La fiesta y los invitados, 1965, de Jan Němec, estuvo retenida bastante tiempo, y a comienzos de 1968 casi todos protestaban contra las exigencias del gobierno de Dubček de someter las películas a los vaivenes del mecanismo de la oferta y la demanda, postergando valores artísticos ante intereses de recuperación económica.
De todos modos, es un hecho que una serie de realizadores importantes aparecieron haciendo sus primeras armas a fines de los cincuenta o comienzos de los sesenta. Un alejamiento de la preocupación de sus mayores por la guerra y sus consecuencias, una atención mucho más próxima a la realidad inmediata, una actitud más suelta y espontánea, una mirada crítica a menudo teñida de ironía, asoma en la obra de cineastas como Miloš Forman (Pedro el negro, 1964; Los amores de una rubia, 1965) o Jiří Menzel (Trenes rigurosamente vigilados, 1966). Los modelos de estos cineastas son la Escuela de Nueva York o la Nouvelle Vague francesa: un film como Diamantes de la noche, de Jan Němec, deriva muy notoriamente de Resnais (Hiroshima mon amour).
Naturalmente, la guerra no desapareció como tema. Němec o Menzel se ocuparon ciertamente de ella (aunque con menos énfasis heroico y menos maniqueísmo que antes), y lo mismo ocurrió con Kadár y Klos, que obtendrían un film trascendente con La tienda de la calle Mayor, antes de volcarse con espíritu crítico sobre su presente en El acusado. Los acontecimientos de 1968 provocarían un inevitable paréntesis en ese desarrollo creativo, impulsando a muchos de sus hacedores al exilio (Forman, Passer, Klos), el conformismo (Jireš) o la disidencia interna vigilada y con problemas (Chytilová). Durante tres o cuatro años, por lo menos, el cine checo había sido uno de los mejores del mundo, y siguió siendo estimable después. En este ciclo hay varias pruebas.
2 de enero
LAS MARGARITAS (Sedmikrásky) Checoslovaquia; 1966. Dir: Věra Chytilová. Con Kirka Cerhová, Ivana Karbanová, Jan Klusak. 90 min. Literalmente, rompen con todo. Dos mujeres que arrasan con las convenciones, devoran lo que se cruza a su paso y fastidian a los hombres, en una comedia surreal y arbitraria, desenfadada e ingeniosa, que fue uno de los manifiestos de la Primavera de Praga.

3 de enero
LOS AMORES DE UNA RUBIA (Lásky jedné plavovlásky) Checoslovaquia; 1965. Dir: Miloš Forman. Con Hanna Brejchová, Vladimir Pucholt, Vladimir Mensik. 82 min. La crónica de una joven que tiene un noviazgo superficial y llega a conocer algo más profundo. De ahí Forman salta a un retrato crítico de una generación mayor y conformista, permeado por la espontaneidad, el humor y un toque de melancolía.

4 de enero
TRENES RIGUROSAMENTE VIGILADOS (Ostře sledované vlaky) Checoslovaquia; 1966. Dir: Jiří Menzel. Con Vaclav Neckar, Jitka Bendova, Vladimir Balenta. 100 min. Al fondo está la Segunda Guerra Mundial, una circunstancia histórica que apresura las experiencias de sus protagonistas y eventualmente acaba con ellas. Con ironía, ternura y lirismo, Menzel redondea uno de las mejores películas del período.

5 de enero
UN VERANO CAPRICHOSO (Rozmarné léto) Checoslovaquia; 1968. Dir: Jiří Menzel. Con Rudolf Hrusinsky, Mila Mysliková, Jiří Menzel. 75 min. Un cuadro de pueblo chico observado con humor, cariño y cierta leve tonalidad poética, donde la irrupción de un grupo de cómicos introduce alteraciones que generan algún sobresalto. Tal vez la metáfora de una sociedad que necesita cambios.

6 de enero
EN EL COMETA (Na kometě). Checoslovaquia; 1970. Dir: Karel Zeman. Con Emil Horváth, Magda Vassaryová, Frantisek Filipovsky. 89 min. Perfeccionamiento de una técnica de animación con personajes reales, marionetas y fondos fantásticos por parte del maestro Karel Zeman. Una fantasía heredada de Julio Verne (su espléndida novela Héctor Servadac), la frondosa imaginación poética del autor y una respiración de irrealidad que se traduce en un acto de magia.

7 de enero
PEDRO EL NEGRO (Černý Petr) Checoslovaquia; 1964. Dir: Miloš Forman. Con Ladislav Jakim, Pavla Martinkova, Jan Ostrcil. 85 min. Un film que tiene el aire de su tiempo e indaga en la intimidad de los personajes: Pedro, su novia, sus padres, sus amigos, el patrón del supermercado. Sonrisas, objetos, miradas furtivas, melodías de moda, con un efecto creativo impregnado de un humanismo tierno y sensible.

8 de enero
MI DULCE PUEBLITO (Vesničko má středisková) Checoslovaquia; 1985. Dir: Jiří Menzel. Con Janos Ban, Marian Labuda, Rudolf Hrusinsky. 89 min. Menzel vuelve a uno de sus ámbitos favoritos, el del pueblo chico retratado con cierto espíritu bonachón y una entrelínea crítica, que no levanta mucho la voz, quizás para no complicarse la vida con burócratas molestos. Fue candidato al Oscar.

9 de enero
A DONDE VAN SEÑORES (Kam pánové, kam jdete?) Checoslovaquia; 1988. Dir: Karel Kachyna. Con Karel Hermanek, Soña Valentová, Zuzana Geislerová. 93 min. Un funcionario rompe las cadenas que lo oprimen y se lanza a una caminata colectiva que es una metáfora de la sociedad, donde las cosas no funcionan, las jerarquías son ineficientes y al fin y al cabo todo da lo mismo. La respuesta a la interrogante del título llegaría pronto, con el desplome del “socialismo real”.


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