martes, 11 de diciembre de 2018

BERGMAN INAUGURA LAS NUEVAS SALAS DE CINEMATECA --- Del 13 al 20 de diciembre de 2018 ---



Bergman, Linterna Mágica

Una persistente leyenda que tiene algo de cierta sostiene que Ingmar Bergman fue descubierto en el Uruguay antes que en otros lados, y aunque esa afirmación admita matices posee el suficiente porcentaje de verdad como para que haya que hacerle algún caso. Sea como sea, no es una mala idea que la inauguración de las nuevas salas de la Cinemateca se produzca, entre otras cosas, con una evocación de Bergman en el año en que se cumplieron los cien años de su nacimiento. El ciclo comienza el próximo jueves 13, y puede ser definido como “el Bergman esencial”, aunque casi todo aficionado pueda hacer seguramente su listado propio y distinto. Allí estarán Un verano con Mónica, El séptimo sello, Cuando huye el día, Persona, Sonata de otoño, Fanny y Alexander y Saraband , además de La isla de Bergman, un documental sobre el maestro. Cada película será presentada por un crítico local, y el día 20 a las 20 habrá una mesa redonda sobre Bergman con la participación de los críticos Luis Elbert, Jorge Jellinek y Guillermo Zapiola.

Revisando al maestro

Hay por lo menos cinco períodos en la carrera de Ingmar Bergman, de cuyo nacimiento se cumplieron cien años el pasado 14 de julio y que según la leyenda fue descubierto en el Uruguay. El primero comienza con su film inicial, Crisis, y termina en 1948 con Puerto, se caracteriza por un estilo realista y el tratamiento pesimista de dramas sentimentales. El segundo va de El demonio nos gobierna (1948) hasta Sonrisas de una noche de verano (1955), con dramas y comedias centrados en las relaciones entre los sexos, aparentemente digitadas por las mujeres, superiores a sus parejas masculinas. El tercero comienza con El séptimo sello y deriva a la trilogía de “films de cámara” integrada por Detrás de un vidrio oscuro, Luz de invierno y El silencio, incluyendo interrogantes sobre Dios que posibilitaron el equívoco de creer a Bergman un metafísico. En una cuarta etapa, a partir de Persona, las angustias son interiores, con dosis de desequilibrio, canibalismo, mujeres que fagocitan a otras (Persona), demonios que sorben a sus inventores (La hora del lobo), la muerte (Gritos y susurros) y la violencia (Vergüenza) que nunca se aclara si proviene del mundo exterior o de las traumáticas experiencias de sus personajes. Salvo error, ese período se cerraría con El huevo de la serpiente (1977); su film siguiente, Sonata de otoño, marcaría el comienzo de una aceptación callada de la senectud, el reencuentro con una calma perdida. 


El cine de Bergman parece aislado del mundo exterior, agresivo y hostil. Se apoya en experiencias estéticas, en recuerdos de niñez, en imágenes grabadas en viejas iglesias donde su padre predicaba, en la presencia del demonio. Sin embargo, por detrás están los vaivenes de una sociedad que tiene sus tropiezos. El director dijo alguna vez que en Suecia, un país donde presuntamente la socialdemocracia lo ha solucionado todo, lo que queda es el problema de Dios, lo que alguien llamó “la ilusión perdida y adolescente”. En su cine, la juventud, la adultez y la aproximación a la senectud coinciden con un tránsito de la sociedad. 

La juventud desaparece después de Un verano con Mónica, Dios desaparece después de El silencio, la muerte hace su crisis como tema en Gritos y susurros, probablemente la violencia haya sido exorcizada en El huevo de la serpiente. Una zona de la obra posterior de Bergman coincide con su exilio fuera de Suecia, provocado por un litigio fiscal que luego se solucionaría. Allí se detectan búsquedas e indecisiones, quizás provocadas por el alejamiento de la patria que pareció también una pérdida de la inspiración. Por otra parte, Bergman parece convencerse de que en el mundo en que vive ocurren cosas condenables y que su análisis debería omitir la metafísica (El huevo de la serpiente, sobre el nazismo), pero luego opta por hurgar en el alma femenina (Sonata de otoño), o retroceder hasta sus temas queridos del infierno de la pareja, la posesión de unos sobre otros (De la vida de las marionetas), hasta desembocar en la laboriosa y espléndida recapitulación plena de vida que fue Fanny y Alexander. La perspectiva de los años permite entender mejor la obra de Bergman como la referencia a un mundo que va quedando atrás en la historia, el de la burguesía tranquila y estable de antes de la Segunda Guerra Mundial: por eso su tendencia creciente a evadirse del tiempo presente y de las contradicciones y urgencias actuales, y el gusto por ambientar sus anécdotas en una belle époque apta para la nostalgia, o en ciudades fantásticas e inexistentes como Tiimoka, o en la isla de Farö, que fue su refugio en la vida real. En una zona de su obra descubre el fascismo pero se arrepiente, recuerda su fascinación por las mujeres pero se desdice, revisa sus primeras películas cargadas de pesimismo y retrocede hasta las dificultades de la vida en pareja. Más tarde, en un esfuerzo creativo mayor (Fanny y Alexander) pareció aceptar el paso del tiempo, el tránsito de la historia, la evidencia de que la vida se contempla también con ojos maravillados. Luego de ese film anunció que se despedía del cine, aunque volvió a él, indirectamente, a través de la televisión, con títulos como Después del ensayo, En presencia de un payaso y la final y notable Saraband

Programación del ciclo -http://cinemateca.org.uy/bergman.htm


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